sábado, 2 de febrero de 2008

Caura amenazada

La megadiversidad biológica, la diversidad cultural, la alta producción hídrica y los servicios ambientales prestados a la humanidad, no son razones suficientes para conservar la cuenca del río Caura, cuando de extracción de oro se trata

Evelyn Guzmán 
Venezuela

Aunque su superficie representa sólo un cinco por ciento del territorio venezolano, la cuenca del río Caura es considerada por muchos científicos como una de las últimas fronteras forestales de bosques húmedos del planeta, que se conserva prístina.
Sin embargo, su megadiversidad biológica, su diversidad cultural, su alta producción hídrica y los servicios ambientales prestados a la humanidad, no son razones suficientes para su conservación, cuando de extracción de oro se trata.
En días pasados, cerca de 600 mineros fueron desalojados por las autoridades militares en una nueva incursión a este ecosistema único en el mundo, luego que miembros de la organización indígena yek'wana "Kuyujani", denunciaran ante la Asamblea Nacional y los organismos de seguridad del Estado la presencia de mineros en la zona.
“Reconocemos que el trabajo es un derecho humano y como tal lo respetamos, pero debe ejercerse con responsabilidad, porque las consecuencias de esta práctica amenazan los derechos que todos tenemos, de contar con un ambiente sano, agua limpia, seguridad, tranquilidad y a una vida en armonía que tenemos los yek'wana y sanema que allí vivimos”, aseveró el coordinador general de Kuyujani, Arturo Rodríguez.
Aunque son diversas las amenazas que se ciernen sobre esta cuenca, desde el avance de la frontera agrícola y ganadera, la explotación ilegal de madera, la creación de una ciudad y hasta un posible aprovechamiento hidroeléctrico; la minería es la única actividad económica que está totalmente prohibida por las leyes venezolanas.
Tal como lo advierten científicos locales, el incremento de la actividad minera en esta cuenca, comprometería este ecosistema que presta un valioso servicio ambiental contra el calentamiento global al garantizar aproximadamente, el 0.14 % del oxigeno del planeta (la Amazonía aporta el 20%).
La cuenca del Caura se ubica al suroeste de Venezuela, abarcando los Municipios Sucre y Cedeño del estado Bolívar, el más grande de los 23 estados que conforman la geografía nacional. Se estima que el caudal promedio anual del río Caura es de 3.500 metros cúbicos por segundo, de los cuales 2.050 salen del Salto Para y los restantes 1.500 son aportados por los ríos Nichare, Mato, Tacoto, Sipao, Cucharo y Tigrera.

ESTADO MINERO
Desde la llegada de los españoles a estas tierras, han sido varios los intentos por explorar la misteriosa cuenca del Caura, pero lo intrincado de su selva y lo abrupto del Salto Para, la hicieron impenetrable, hasta que en los siglos 18 y 19, la avaricia de los explotadores de los aceites, las resinas, el balatá y la sarrapia impactaron negativamente no sólo sobre los frondosos bosques de la cuenca, sino también diezmando los grupos indígenas de la zona. Ahora, en pleno siglo 21, la “leyenda del Dorado” amenaza nuevamente la cuenca del Caura.
El director estadal del Ministerio de Ambiente, Hugo Núñez recuerda que desde hace 300 años, Bolívar ha sido un territorio minero, una actividad que va irrumpiendo en sitios de donde son desalojados por la fuerza militar, no obstante ser “una actividad que está absolutamente prohibida en la cuenca del Caura”. Explica que la labor del Ministerio se ha centrado en desarrollar programas de educación ambiental en los sectores mineros e indígenas del estado.
Pero la misma historia da cuenta de que ante una “bulla minera”, no hay conciencia ambiental que detenga al minero.
Para la antropóloga e investigadora de la Universidad Nacional Experimental de Guayana (Uneg) Nalúa Silva Monterrey, no existe tradición minera en la cuenca del Caura, es por ello qu “los mineros ilegales han sido denunciados ante las autoridades y capturados infraganti", pero a su juicio, "una cierta parálisis institucional hace que se les deje libre y ellos regresen a cometer sus fechorías, sin embargo es una de las responsabilidades del Estado a través de sus instituciones resguardar esta zona y garantizar su conservación”.

BOSQUES ÚNICOS
“Los bosques del Caura poseen características que los hacen únicos. Por un lado en la parte baja presentan características orinoquenses y en la parte alta se presentan como los bosques amazónicos”, explica la antropóloga.
En efecto, un estudio científico llevado a cabo por el Instituto de Investigaciones Ecológicas Orinoco-Esequibo, Fundación La Salle, Wildlife Conservation Society y el Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad de Wisconsin (USA), da cuenta de la variedad de zonas de vida que existen en esta cuenca, las cuales van desde el bosque tropical seco al bosque montano húmedo.
En sus 5 millones de hectáreas, la cuenca del Caura alberga cinco áreas bajo régimen de administración especial: el parque nacional Jawa Sarisariñama, ecosistema de tepuyes (mesetas) únicos en cuyas cimas se encuentran las enigmáticas cavernas de 350 metros de profundidad vertical, con flora y fauna altamente endémica; el Monumento Natural Serranía de Maigualida e Ichún Guanacoco, además de la Zona Protectora Sur del Estado Bolívar, importante reservorio de agua donde se ubica la cabecera de varios ríos; y la Reserva Forestal El Caura, decretada así desde 1969 dado los valiosos bosques que posee.
Además, conserva el 17 por ciento de las especies florísticas del país y más del 32 por ciento de la fauna nacional y reporta una diversidad étnica representada actualmente por siete grupos indígenas: Ye`kwana, Sanema, Hotï, Pemón, Guajibo, Piapoco y Kariña.
La antropóloga Silva Monterrey advierte que la presencia minera pone en peligro todo esto e incluso la supervivencia de los pueblos indígenas.
Dijo que la obligación de resguardar este patrimonio, no sólo para los lugareños sino también para nuestros hijos y sus descendientes, los ye’kwana y sanema del Caura, llevó a los organismos de investigación regionales y a las instituciones con competencia en la zona, a comprometerse en buscar soluciones oportunas, “las cuáles parten de la toma de conciencia colectiva sobre la importancia de este reservorio de vida para nuestro país y del compromiso de todos para evitar su destrucción”.
CONSECUENCIAS PARA EL ECOSISTEMA RIBEREÑO
El impacto de la actividad minera en este ecosistema único viene siendo evaluado por un grupo de investigadores de la Uneg y Fundación La Salle, los cuales advierten sobre la inexistencia de medidas de descontaminación y reconstrucción, “económicamente viables”, para ser aplicados en este hábitat.
Los científicos explican que tanto los bosques ribereños como otras comunidades arbustivas actúan como reguladores de las características físicas y químicas de los ecosistemas acuáticos adyacentes, influenciando a su vez la biodiversidad de los mismos, a través de las cadenas biológicas: bacteria, fito y zooplancton, macroalgas, invertebrados terrestres y acuáticos, peces, mamíferos de agua dulce, batracios, reptiles, aves, así como algunos vertebrados terrestres.
Asimismo, explican que la minería dispersa en grandes áreas, tóxicos mercuriales generando una devastación ecológica por cuanto:
1 Destruyen los suelos
2 Aumentan la carga sedimentaria en los ríos con la consecuente alteración de su dinámica hidráulica, de los hábitat y biota ribereña existente
3 Desaparecen y extinguen las especies locales
4 Contaminan los peces con mercurio y por ende a las poblaciones humanas que los consumen
5 Disminuyen el recurso pesquero que es la principal fuente de sustento de las poblaciones del área
6 Sobreexplotan los recursos naturales por el aumento súbito de la población en la región
7 Promueven un aumento de la incidencia de enfermedades emergentes y endémicas.

ACTIVIDAD VERGONZOSA
El geólogo venezolano Henry Briceño, investigador de la Universidad Internacional de Florida es un crítico de la manera de actuar de los mineros ilegales. Sabe por experiencia que su actividad y proceder, violan con flagrancia toda la legislación ambiental, por eso expresa, sin ambigüedades, que esta actividad a la que califica de “vergonzosa”, es “ejecutada y financiada por extranjeros, especialmente brasileros, guyaneses y colombianos, en su mayoría ilegales, sin contar a los venezolanos que se unen a ellos sin importarles que se destruya el patrimonio natural del país”.
Como especialista en la materia ambiental, considera que “una actividad minera, al igual que cualquier actividad industrial debería: beneficiar al hombre que la realiza y a su sociedad; proteger el entorno natural donde se desarrolla, para que la actividad sea sostenible y crear riqueza, en el contexto de mejora de calidad y nivel de vida para la sociedad”.
Sin embargo, para Briceño la realidad es otra. Desde lo social, asegura que “el hombre que la realiza se va destruyendo moral, física y económicamente. El botiquín y la prostitución, el juego y las drogas van sustituyendo a su núcleo familiar y social”.
En el aspecto ambiental, opina que “la tala y la quema de bosques; la cacería y la pesca sin control; la remoción de suelos; la destrucción de cauces de quebradas y ríos; la contaminación con desechos de todo tipo y la contaminación irreversible con mercurio, de nefastas consecuencias para todos los ecosistemas”; y finalmente, Briceño se pregunta si al final se ha creado riqueza. “Pues no, no existen comunidades asociadas a esas actividades que muestren ningún signo de mejora en términos de salud, educación, higiene, servicios y permanencia”.
Briceño explica que este problema no se resuelve con operativos, por cuanto “al operativo y los abusos de ambas partes le seguirán las comisiones de alto nivel y ya saldrán los defensores de derechos humanos y de derecho al trabajo a abogar para que se les permita a los garimpeiros explotar la Cuenca del Caura bajo "vigilancia" del ejército o la Guardia Nacional y la "supervisión y asistencia técnica" del Ministerio de Minas y del Ministerio del Ambiente”.
Considera que sólo la existencia de líderes indígenas apoyados por los organismos del Estado, “serios y comprometidos con sus comunidades, concientes del peligro que representa esta depredación para el futuro de sus pueblos y ellos, si deciden con coraje bloquear el acceso a como de lugar, a este desvarío, será posible detener la afrenta y preservar el Caura”.

MEJOR ECOTURISMO QUE MINERÍA
Para el director de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (Fudeci), Omar Hernández el desarrollo sustentable al sur de Venezuela no debe basarse en la minería sino en un impulso al ecoturismo.
“Miles de turistas desean conocer la selva y sobre todo ver su fauna, con la minería lo primero que desaparece es la fauna”.
Considera que el turismo genera empleos y trae divisas sin aniquilar el ambiente, quedando la selva intacta. “La minería es pan para hoy y hambre para mañana, con el detalle que la selva quedará destruida y ya no podremos atraer a los turistas. Además el Caura es una reserva forestal, lo cual es peor, porque la minería acaba con el hábitat de miles de especies y al final no queda nada, sólo mucha gente pobre y un millonario. Como ejemplo están todas las reservas forestales que se explotaron en el país, ninguna fue recuperada como exige la ley”.
Hernández recuerda que la historia venezolana revela que la explotación minera y forestal siempre ha sido desastrosa para el ambiente y para los propios mineros y leñadores.
Al respecto señala que la situación en el Estado Amazonas es más crítica: “durante varias décadas ha sido imposible sacar a los mineros del Parque Nacional Yapacana, río Ventuari y recientemente en el río Siapa. Pareciera que los intereses pueden más que los gobiernos”.
El titular de Fudeci recuerda que en los países “civilizados” ya existen técnicas de extracción de oro que son cónsonas con el ambiente, pero muy costosas “y en Venezuela donde no existe fiscalización ambiental ni siquiera en Caracas; que le dejamos a las remotas zonas mineras”.
Hernández es pesimista con la posibilidad de aplicar alternativas ambientales de minería en Venezuela, “te lo digo por el caso de Amazonas donde la minería es ilegal y todo el mundo sabe donde están las minas y ahí siguen”.

URGE UNA POLÍTICA DE ESTADO
Para el biólogo e investigador de la Uneg, Darío Bermúdez, la minería artesanal es de muy difícil control por lo que este tipo de actividad, con el apoyo de mineros de mayores recursos económicos, es la que ha venido ocasionando serios daños en sitios ambientalmente frágiles en el Estado Bolívar.
“Existe bastante consenso en la región de que la causa principal de los problemas mencionados obedece a la ausencia de una política minera por parte del estado venezolano”, asevera Bermúdez para quien dicha política debe estar orientada hacia “la elaboración y aprobación de un Plan Integral de Desarrollo Minero con sujeción a las directrices y lineamientos del Plan Estadal de Ordenamiento del Territorio, así como también a la elaboración y aprobación de los planes de ordenamiento de las Áreas Bajo Régimen de Administración Especial y sus respectivos reglamentos de usos”.
En tal sentido, el investigador reiteró que el manejo ambiental de la pequeña minería de oro y diamante de aluvión en el estado Bolívar debe realizarse “a través de una figura que maneje los problemas desde una visión holística y esto sólo lo podremos lograr desde una institución que maneje en forma clara, el concepto de la interdisciplinariedad”.

ENFOQUE SOCIOCULTURAL
El antropólogo e investigador de la Uneg, Sergio Milano apuesta por una perspectiva sociocultural y psicosocial sin olvidar el componente ecológico.
“Unos de los principales problemas de que ha adolecido la política minera oficial desde que la conozco, es asumir que el problema minero es de característica técnico-económicas, por tanto, que debe ser dentro de este ámbito donde se encuentra la solución. Repetidas veces hemos sugerido a las autoridades competentes que el eje de acción debe ser cultural”.
“El pequeño minero se sustenta sobre elementos culturales mágico-religiosos que es donde se organiza el proceso productivo, lo que implica que cambiar estos modos de producción chocarían con modos de ser, de pensar, y de organización familiar”.
Las experiencias que ha tenido como investigador social en el área minera de Las Claritas, Km. 88 y del Bajo Caroní, así lo confirman. Aún más, Milano destaca la importancia del papel de la mujer en la organización familiar, “eso obliga a que el plan de diversificación económica tenga como eje a la mujer, es un elemento cohesionador del núcleo familiar. La mujer va a nuclear al niño y lo inserta en otro modo de producción al cual progresivamente se sumará el marido minero”.
CRISIS PARA REFLEXIONAR
“Las crisis son buenas porque sirven para que la gente reflexione”, dijo alguna vez la antropóloga Nalúa Silva Monterrey y este es el momento de asumir el compromiso de la corresponsabilidad que obliga en su artículo 125, la Carta Magna de Venezuela: “proteger el ambiente en beneficio de sí misma y del mundo futuro”. ¿Cómo hacerlo?
“Bueno, si ustedes conocen a alguien con poder para actuar en esta problemática llámelo y plantéele la situación, no podemos permanecer impasibles. Pongamos entre todos nuestro granito de arena”, menciona tajante Silva Monterrey, defensora a ultranza de la última cuenca prístina del mundo tropical.
Lo cierto es que, como una espada de Damocles, la minería ilegal amenaza permanentemente, no sólo los ecosistemas del Escudo de Guayana, sino también la diversidad cultural y el desarrollo turístico del estado Bolívar. Sin embargo, hablar de la minería ilegal genera toda clase de contraposiciones, más aún cuando se está consciente de la potencialidad minera de un estado como Bolívar donde a la vez, y en demasía, se encuentra el 82% de los bosques del país, las más imponentes bellezas naturales que son Patrimonio Mundial de la Humanidad y la cuenca hidrográfica con mayor extensión de pristinidad del mundo tropical, como es la cuenca del río Caura.
Lograr crear la sinergia necesaria para integrar el sistema humano y el sistema natural en búsqueda de un manejo racional, apegado a las leyes venezolanas, será el reto y el compromiso que debe asumir el Estado venezolano... y el Estado somos todos.