lunes, 2 de julio de 2007

Los efectos del cambio climático en Argentina

Imagine un territorio de tormentas devastadoras y calores insoportables. Donde las vacas se secan de leche y los peces migran. Donde desaparece el maíz y la tierra se vuelve infértil por la sal de los mares que avanzan sin control. Donde escasea el agua potable. Tal vez esté imaginando a la Argentina en un puñado de décadas

Ximena Pascutti
Revista Rumbos
Argentina

En su último informe, de enero, los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas fueron muy claros: si hombres y mujeres no comienzan a revertir los efectos de algunos de sus hábitos e industrias sobre el ambiente, el mundo, tal cual lo conocemos, desaparecerá. En este rincón del mapa se esperan subas de temperatura de hasta 1,4 grados en 2020 y de hasta 5,8 en 2080, provocadas por gases de “efecto invernadero” como el dióxido de carbono y el metano. Un aumento para el cual muchos cultivos y animales, de principal consumo, no están preparados. “El clima de los próximos 20 a 30 años está determinado”, asegura la climatóloga Inés Camilloni, docente del Departamento de Ciencias de la Atmósfera de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “Los gases que fuimos emitiendo a la atmósfera permanecen lo suficiente como para que su efecto quede, más allá de que dejemos de emitirlos –aclara Camilloni-. Sólo si hacemos algo ahora, podríamos revertir un poco el cambio luego del 2030”.
Las consecuencias, dicen los expertos, pueden ser muy variables porque se combinan condicionantes estacionales, geográficos, demográficos y sociales, y malas prácticas productivas. Pero el futuro, en pequeñas dosis, ya llegó.

Cuenta regresiva
Inundaciones donde la tierra se resquebrajaba; sequía en antiguos paraísos fértiles. Veranos más largos que se prolongan en el otoño, e inviernos templados. De la mano del calor, un vistazo futurista de la Argentina podría revelar un panorama muy alejado de aquel “granero del mundo” que hizo famoso a este territorio.
“Todos los cultivos tienen un rango de temperaturas entre las cuales se desarrollan, y el trigo está cerca de su tope de temperatura máxima”, advierte la doctora Graciela Magrin, experta del Instituto de Clima y Agua del INTA. Y aclara: “Un estudio reciente demostró que el rendimiento del trigo se está reduciendo a una tasa de 28 kilos por año debido, principalmente, al aumento de la temperatura. Por ahora, los científicos están compensando este efecto con modificaciones genéticas, que producen cultivos más resistentes”, explica Magrin, quien coordinó junto con el prestigioso meteorólogo Osvaldo Canziani el Grupo de Trabajo II del IPCC sobre América Latina.
Las vacas, símbolo por excelencia de la abundancia argentina, ya son un blanco fácil del cambio climático. Además de alterar la calidad de las pasturas, las subas de temperatura provocan la muerte a miles de cabezas de ganado, víctimas de las inundaciones y sequías prolongadas que se repiten como espasmos de mal agüero. “A las vacas les cuesta mucho recuperarse de eventos extremos, como las olas de calor. Se estresan, y esto podría afectar mucho la producción lechera en las provincias de Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y también en la región del Gran Chaco, donde ya hay problemas de ese tipo”, se adelanta Magrin.
Oráculos del cambio climático, los expertos auguran unos cuantos problemas más: los daños por tormentas y granizos sorpresivos e intensos, y tornados desde Santa Rosa, La Pampa, hacia el norte del país. También proyectan cambios en el nivel del mar, inundaciones severas en toda la cuenca del Plata y reducciones de la energía hidroeléctrica por falta de agua en la zona de Cuyo, el Noroeste y una parte de la Patagonia. Esto último los preocupa especialmente: toda la economía de las provincias de Mendoza y San Juan, por ejemplo, se basa en sus ríos. Las proyecciones ya hablan de disminución de caudal -de hasta el 50 por ciento, en algunos casos-, de los ríos San Juan, De los Patos y Atuel, en Cuyo, y de los ríos Negro, Limay, Neuquén y Colorado. Además, se sabe, cuando hace más calor se incrementa la demanda de agua. Esto afectaría la producción de electricidad y de frutales como manzana y peras. Y también cultivos como la papa semitardía, arvejas, porotos, cebollas, ajíes y pimientos, muchos de ellos de subsistencia. Y las pequeñas parcelas cultivadas con trigo, maíz, avena, lúpulo y alfalfa. En el Comahue, de donde proviene el 15 por ciento de la electricidad producida en el país, ya se está generando un 30 por ciento menos de energía que en la década de 1940.

Cultivos en riesgo
El fenómeno muestra otra de sus caras injustas en las zonas históricamente húmedas: allí, el exceso hídrico pudre raíces, dificulta las cosechas y, a largo plazo, lava los suelos quitándole sus nutrientes. “Las lluvias anuales en la cuenca del Plata aumentaron entre el 10 y el 40 por ciento en los últimos 40 años, con mayores incrementos en el norte de Corrientes y el sur de Misiones”, asegura Camilloni. ¿Cultivos comprometidos? Trigo, maíz, centeno, cebada, avena, arroz y lino. “Si el ambiente es húmedo, aumentan las enfermedades como hongos y bacterias en los cultivos. Esto significa más tratamientos con agrotóxicos o pérdidas por las pestes”, acota el ingeniero agrónomo Adolfo Boy, profesor de la Universidad Nacional de Morón y miembro del Grupo de Reflexión Rural. “Si permanece el agua mucho tiempo en la tierra, las raíces se asfixian pues necesitan oxígeno, y la planta muere. Este es un problema que afecta a todo el país porque hay cultivos de Chubut a la Quiaca”, dice.
Los vinos también sufrirán su embestida climática. Según el último informe del IPCC de las Naciones Unidas, los llanos mendocinos experimentarán, en el transcurso de este siglo, un aumento de 3 grados durante el verano y algo menos en invierno. “Cada vez son menos frecuentes en Mendoza los inviernos con gruesas capas de hielo en las acequias, algo que era común hace 40 años, y cada vez hay más eventos extremos. Será necesario que los productores mendocinos compensen la erosión de los suelos provocada por las lluvias intensas”, aconseja el doctor en geografía Ricardo Villalba, director del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales. Allí, en Mendoza, las lluvias intensas –mucha agua en poco tiempo- también aumentarán entre un 40 y 60 por ciento para fines de siglo. “También habrá que trabajar genéticamente en la búsqueda de variedades más resistentes a las enfermedades criptogámicas que vienen de la mayo de la mayor humedad ambiental”, dice el investigador. “Un estudio reciente indica que la producción de vinos de primera calidad en los Estados Unidos podría declinar hasta en un 81 por ciento a fines del slgio XXI –comenta Villalba-. El aumento de días extremadamente cálidos, con temperaturas mayores a 35º, pareciera ser el principal factor asociado a la reducción de áreas productivos de vinos”.

Cóctel peligroso
Aumento de las enfermedades cardiovasculares y de las muertes por fallas cardíacas. Proliferación del paludismo, el dengue y la fiebre amarilla en pleno siglo XXI y muy lejos de la Edad Media. Según el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), el cóctel formado por el aumento de la temperatura y los eventos extremos, mayores humedades relativas y la contaminación atmosférica, podrían provocar un nuevo mapa de enfermedades difícil de controlar.
Aunque para la Argentina no hay estimaciones sobre los problemas que acarrarían estas enfermedades, la generalidad del fenómeno (que ya está afectando a la Argentina y al resto del mundo) prevé algunos cambios en el mapa de las enfermedades. Por ejemplo, el impacto será mayor en áreas urbanas y afectará sobre todo a los enfermos, a los ancianos y a quienes no tengan acceso a sistemas de aire acondicionado.
El incremento en la frecuencia y la intensidad de inundaciones y sequúias aumentará el riesgo de diarreas y de enfermedades respiratorias. Inundaciones ocurridas en California, por ejemplo, fomentaron la proliferación de hongos del suelo que contaminaron las fuentes de agua para uso doméstrico. En Indonesia, las cenizas producidas por invencidos forestales producjeros transtornos respiratorios en personas que vivían a 900 kilómetros del lugar. En nuestra Pampa Húmeda, tras las lluvias que recientemente anegaron 4 millones de hectáreas, el desborde de los pozos ciegos originó un estado de alerta hospitalaria ante el riesgo de la aparición masiva de enfermedades como la disentería, la salmonelosis y el cólera.
Muchas enfermedades infecciosas que se contraen a tra´ves de los alimentos o el agua son muy sensibles a las condiciones climáticas. En Blangladesh, los casos de cólera aumentan cuando aumenta la temperatura de la superficie del océano en e. Golfo de Bengala. El microorganismo que produce la enfermedad, el Vibrio cholerae, vive en la maeria mucosa que recubre ciertas algoas marinas que proliferan al subir la temperatura.
Según Paul Epstein, que fue miembro del IPCC y trabaja en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, la secuencia de inviernos templados seguidos de veranos secos y cálidos se hará másfrecuente a medida que aumente el calentamiento global. Estas condiciones favorecerán la transmisión de la encefalitis de Saint Lous y otras enfermedades en cuyo ciclo intervienen aves, mosquitos urbanos y seres humanos.
La temperatura tiene una influencia directa sobre los ciclos de vida y la distribución geográfica de los animales vectores de enfermedades.
Los mosquitos Anopheles que transmiten la malaria (también conocida como paludismo) son los animales más peligrosos para la humanidad):la enfermedad mata unas 3000 personas por día. El área habitada por los Anopheles contiene el 45 por ciento de la población del planeta. A causa del calentamiento global, los mosquitos podrán colonizar regiones a las que actualmente no pueden acceder porque son demasiado frías o secas. Se estima que a fines del siglo XXI, el 60 por ciento dela población mundial estará en riesgo de contraer la malaria.También se ha detectadola dispersión de mosqitos hacia regiones más altas, que hasta hace poco les estaban vedadeas a causa de la baja temperatura. Durante la última década del siglo XX, el dengue amplió considerablemente su área de incidencia en la Argentina y países limítrofes. Transmitido por los mosquitos Aedes aegypti,esta enfermedad estaba limitada a una altura de 1000 metros sobre el nivel del mar. Pero ya se han producido casos a 1700 metros en México y los mosquitos fueron detectados a 2200 metros en Colombia.
En la Argentina no se detectaba casos de dengue desde 1916 y el mosquito fue erradicado en los años 6º. Pero volvió. Ahora hay dengue en Salta desde 1998, y en Misiones desde el año pasado. Aunque la enfermedad se mantenía a raya en estas dos provincias, en marzo de este año ya se manifestaron unos 40 casos en la provincia de Buenos Aires.

Y las vacas?
La vaca nos da la leche y las milanesas, la manteca y el yogurt. Es una institución argentina, de orgullo a la parrilla y prestigio de los empresarios for export. Pero también, aunque cueste creerlo, es la muda responsable de 20 por ciento de emisiones de gas metano que se generan en el país. Sucede que, básicamente a través de sus eructos, las 55 millones de cabezas vacunas de la Argentina liberan a la atmósfera, por día, entre 350 y 750 litros de gas metano, producto de sus complejos sistemas digestivos. Y con quedada distracción, aportan su granito de arena a la contaminación planetaria.
El metano es uno de los seis gases llamados de efecto invernadero, grandes culpables del calentamiento global, y tiene un poder de calentamiento 21 veces superior al del dióxido de carbono. Al igual que este, este contaminante se concentra en la atmósfera, obstaculizando a los rayos del sol que deben salir de la Tierra. El resultado: las subas de temperatura, y con ellas la proliferación de eventos extremos que acarrean deterioro ecológico y grandísimas pérdidas económicas a los productores e industriales.
¿Amordazarlas? ¿Qué hacer para evitar la contaminación? Una opción es modificar la alimentación de las vacas, combinándola con alimentos balanceados, ya que el pasto complica la digestión y las hace eructar demasiado, aseguran los expertos.

Nuevo mundo
Pero no todas las regiones son iguales ante el cambio climático. “En el Gran Chaco se agudizará la degradación del suelo, que es especialmente vulnerable ante el avance de la desertización y la salinización, es decir, la acumulación excesiva de sales del agua”, recalca Magrin. “Esto es muy preocupante para las zonas de producción agrícola y ganadera, ya que afecta a los cultivos, reduce la calidad del suelo y limita los usos potenciales de las aguas subterráneas”, agrega la Magrin. El agrónomo Boy precisa: “El problema de la salinidad es que las raíces tienen algo llamado tensión osmótica. Al aumentar la salinidad, las plantas no pueden absorber nutrientes porque esta tensión es mayor en el terreno que dentro de las raíces. Las plantas se marchitan y mueren”.
Esta región registra, además, otra tendencia que preocupa en toda Latinoamérica: el corrimiento de la frontera agrícola. “Por este aumento de lluvias hacia el oeste y la incorporación de nuevas tecnologías, este límite se expandió muy violentamente hacia el Gran Chaco, que es ambientalmente muy frágil”, insiste Magrin. “Aumentó la temperatura, favoreciendo el cultivo de soja, pero también los eventos extremos, como grandes lluvias seguidas de sequías severas. Si a esto uno le suma los desmontes, que nunca se planificó hasta dónde podían llegar, hablamos de una zona muy amenazada”.
¿Qué nos queda a los argentinos ante tamaña saga futurista? ¿Debemos prepararnos para lo peor? La climatóloga Matilde Rusticucci, experta en fenómenos climáticos extremos, acota: “Las lluvias extremas lavan los suelos. A corto plazo, debemos estudiar mejor el tema en nuestro país, para interpretar región por región cuáles serán los escenarios del cambio y proponer medidas de adaptación acorto plazo y de mitigación a largo”, propone. “Por ejemplo, consumir menos combustibles fósiles y usar energías alternativas”, añade Rusticucci, uno de los 152 científicos que elaboraron el informe mundial del IPCC.
“No hay que ser apocalíptico”, resume su colega Magrin. “La agricultura no va a desaparecer tan fácilmente. La genética avanza y nosotros podríamos cuidar más nuestras tierras. Debemos evitar tanto fuego y deforestación, porque si desaparecemos los árboles, impedimos que esos chupen el carbono de la atmósfera”, advierte la agrónoma. Y va más allá: “El uso abusivo de fertilizantes también contamina. Los nitrogenados, por ejemplo, emiten óxido de nitrógeno, que es otro gas de efecto invernadero. En la Argentina, las emisiones del sector agropecuario, incluyendo la ganadería, llegan casi al 50 por ciento de las emisiones del país, que de por sí son altas –dice la experta-. Además de mitigar tendremos que pensar en adaptarnos a este nuevo mundo”.

Bonos de carbono
El 16 de febrero de 2005 entró en vigor el Protocolo de Kioto –firmado en 1997- un acuerdo mundial para reducir las emisiones de gases contaminantes. Como en el mundo actual, lo que no conviene económicamente, parece no convenir a secas, en esta búsqueda verde se crearon mecanismos económicos para tentar a países ricos y beneficiar a los más pobres.
El Protocolo establece el compromiso de 35 naciones desarrolladas de reconvertir sus industrias para frenar el calentamiento global. El objetivo: lograr que para el 2008-2012 estas hayan disminuido sus emisiones a un 5 por ciento menos del nivel de 1990.
Pero esas empresas pueden cumplir en cualquier lugar del planeta, no necesariamente en su territorio de origen. También pueden comprar bonos de carbono de países que superen las metas exigidas. Se trata del mercado de carbono, un sistema de comercio a través del cual los gobiernos, empresas o individuos pueden vender o adquirir reducciones de gases contaminantes. Estas reducciones se miden en toneladas de dióxido carbono, y formalmente se traducen en Certificados de Emisiones Reducidas (CER). Un CER equivale a una tonelada de dióxido carbono que se deja de emitir a la atmósfera.
En la Argentina, los proyectos para reducir estas emisiones contaminantes deben ser remitidos a la Oficina Argentina del Mecanismo para un Desarrollo Limpio, dependiente de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable.
  • El cambio climático es un fenómeno general de calentamiento del planeta como consecuencia del incremento, por acción del hombre, del dióxido de carbono y otros gases de efecto de invernadero en la atmósfera.
  • La Tierra siempre vivió ciclos alternados de recalentamiento y glaciación. Pero desde hace 30 años se aceleró este aumento, a un ritmo de 0,2 por década, 100 veces más que el ritmo considerado natural.
  • A fines del siglo XXI, las temperaturas podrían aumentar entre 1,4 º y 5,8º, y el nivel de los océanos subiría entre 15 y 80 centímetros, según el último informe de IPCC.
  • El cambio climático ya se ve: retroceden los glaciares, hay menos nevadas y aumentan los fenómenos extremos, como las lluvias torrenciales, las sequías intensas y los huracanes.
  • Se puede frenar reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. De todas formas, la persistencia de los gases en la atmósfera y la inercia térmica prolongarían el cambio climático por más de un siglo.
  • 156 países suscribieron el Protocolo de Kyoto, que obliga a 36 naciones industrializadas a retrotraer las emisiones de los seis gases más contaminantes a los niveles de 1990, para 2012. Pero no lo han firmado ni Australia ni EE.UU. (responsable del 25 por ciento de las emisiones mundiales).



Biodiversidad y cambio climático

Por Adolfo Boy (*)

Durante años los agrónomos, taxónomos y antropólogos hemos coleccionado germoplasma (genes de que representan la biodiversidad) de las especies de interés alimenticio, textil y medicinal, entre otros usos.Una vez colectado, clasificado y acondicionado según se trate de semillas o trozos vegetales (en las especies de reproducción asexual o agámica), se las almacena en los denominados bancos de germoplasma. Allí son conservados para su evaluación, descarte de duplicados, identificación de caracteres y eventualmente su utilización ante necesidades dentro de los programas de mejoramiento de las instituciones públicas y privadas. Como es lógico imaginar, ese caudal de biodiversidad “envasado” en un paquete, un frasco o un tubo de ensayo, no interactúa con el ambiente para ir “adaptándose” al mismo y sus posibles modificaciones.Cuando ese material vegetal estaba “in situ”, formaba parte de un sistema donde el hombre juzgaba desde su necesidad qué plantas de esa “variabilidad poblacional” debía seleccionar para guardar semilla: por su sanidad, su rendimiento, gusto o conservación. En una palabra, por su adaptación tanto al lugar como para satisfacer las necesidades de quien la cultivaba. Esta relación planta - ambiente - hombre es la que nos dejó como herencia la biodiversidad que hoy tenemos. O habría que hablar en pasado, pues al instalarse la mentalidad de la revolución verde, los agricultores fueron abandonando su relación directa con los cultivos y delegaron en las empresas semilleras la tarea del mejoramiento. Estas empresas eliminaron de sus catálogos los cultivos de “polinización abierta”, o sea la biodiversidad de la poblaciones, y se concentraron en la producción de híbridos, que justamente son locontrario de la variabilidad y exigen del agricultor que les aporte todas las condiciones agronómica para mostrar su rendimiento. De lo contrario su rendimiento puede ser menor que las poblaciones. La pérdida de esa biodiversidad es una preocupación que ha tomado el Instituto de la Pequeña Agricultura Familiar (IPAF) del INTA, convocando y alentado a pequeños agricultores que poseen semillas adaptadas a condiciones locales particulares, para que las multipliquen y sigan seleccionando, con su experiencia y saber.
Esta actividad es fundamental para el futuro de la humanidad, pues será esa biodiversidad la que tal vez nos salve de morir de hambre, a pesar del calentamiento global y el cambio climático.
* Ingeniero agrónomo, profesor de la Universidad Nacional de Morón y miembro del Grupo de Reflexión Rural.